martes, 14 de enero de 2014

De que Cuando No Conocía a Dios, Más que la Solución, Mi Libre Albedrío Fue Mi Problema...

Cuanto más lee uno la Palabra y se autoexamina con dureza, más consciente es de que en lo que respecta a la Salvación, la libertad -el Libre Albedrío- más que una solución es todo un problema.

Podemos cruzar la calle cuando se nos antoja?
Por supuesto.

Podemos escoger dejar de pecar?
Por supuesto que no...

Lógico, pues aunque puedo cruzar donde creo conveniente, aunque puedo elegir cuándo pecar, no puedo optar a dejar de pecar (Por muy cierto que sea que Dios no me dejará cometer ciertos pecados...)

Por consiguiente, de qué libertad disfruta el cristiano?

Como seres caídos que nos hemos desviado de nuestro propósito principal -ser imagen de Dios- nuestra voluntad está afianada en un tono diferente al Suyo.

Lo que esto quiere decir es que nada ajeno a nosotros nos hará nunca escoger el Camino estrecho de Jesús -aunque tampoco nada ajeno nos forzará a pecar- sino que nuestra voluntad natural nos hará rechazar todo aquello que nuestra carne aborrece, pues por qué alguien dejaría de hacer precisamente lo que le gusta...?

Es decir, no es que sin la intervención de Dios en nuestra vida no podremos dejar de pecar, sino que nunca querremos, pues aquello esclavizado es nuestra voluntad...

Cuando hago lo que se me antoja, es decir, cuando ejerzo mi libertad, cruzo la calle donde me da la gana, pero en lo que respecta a lo espiritual -contrario a la carne a la que está esclavizada mi voluntad en estado natural- mi libertad es mi más apremiante problema. En efecto, pues de acuerdo a la Palabra, lo que entendemos por libertad no es nada más que esclavitud.

Te sientes impotente?
Tanto mejor, pues lo imposible para el hombre es posible para Dios...

Cierto, pues el mismo Dios que puede levantar hijos de Abraham de las piedras, es el que cambia mi rebelde corazón de piedra, por uno de carne, el que acerca al que estaba lejos y transforma al rebelde en hijo...
De acuerdo a mi naturaleza yo buscaba la rebelión, y ahora de acuerdo a mi nueva naturaleza, busco la obediencia.

En efecto, pues sin la misericordiosa intervención en mi vida podrida, siempre habría elegido libremente lo mismo: rebelión.

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