martes, 7 de enero de 2014

De Citas de Esas Tan Buenas que Tienes que Leer de Tanto en Tanto... (1)

En lo que debería ser el primer segundo libro de cabecera de todo hermano, leo lo siguiente:
En qué consiste que, mandando el alma en sí misma, no se hace algunas veces lo que manda

¿De dónde nace este monstruoso desorden?, o ¿qué causa y razón puede haber para esto? Resplandezca sobre mí, Señor, vuestra misericordia, comunicándome algún rayo de luz con que se disminuyan las tinieblas oscurísimas de la ignorancia [...]

¿De dónde nace este monstruoso desorden?, ¿y cuál es la causa o principio de que suceda una cosa tan extraña?
Manda el alma al cuerpo, y al instante es obedecida; mándase el alma a sí misma, y halla resistencia.

Manda el alma que la mano se mueva, y con tanta facilidad es obedecida, que apenas se puede notar la diferencia que hay entre el mandamiento de la una y la ejecución de la otra, siendo así que el alma que manda es espíritu y la mano que obedece es cuerpo.
Manda el alma a sí misma que quiera alguna cosa y, no obstante que no hay distinción entre quien lo manda y quien lo ha de ejecutar y obedecer, no se hace ni ejecuta lo que ella manda.

Pues ¿de qué proviene este desorden monstruoso?, o ¿cómo sucede esto?
Manda el alma, repito, que ella misma quiera esto o aquello, y no lo mandaría si no lo quisiera; con todo eso no se hace lo que manda.
Pero el caso es que eso mismo que ella quiere, no acaba de quererlo entera y perfectamente, conque tampoco entera y perfectamente lo manda.
Porque en tanto lo manda, en cuanto lo quiere; y en tanto deja de hacerse lo que manda, en cuanto ella no lo quiere.
La voluntad es la que manda que haya voluntad de aquello que manda, y no que haya otra voluntad que sea distinta de ella, sino ella misma. Conque se conoce claramente que la voluntad que manda así, no es completa ni cabal; por eso no se hace lo que manda.
Porque si fuera la voluntad entera y perfecta no tendría que mandar querer, porque esta voluntad actual o este querer ya estaría hecho, ya lo habría.

Conque no es monstruosidad querer en parte y en parte no querer, sino que ésta es flaqueza y debilidad del alma, que por estar sobrecargada de su costumbre antigua no acaba de levantarse hacia donde la guía y eleva la verdad; así, tiene como dos voluntades, porque ninguna de ellas es total y perfecta; de modo que el ser que tiene la una es precisamente el ser que falta a la otra
.


Agustín de Hipona, Confesiones
Brutal...

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