sábado, 15 de febrero de 2014

De Confesiones Personales... (1)

39 Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados.
Juan 9:39
Una vez mi pastor me preguntó que dónde estaban y quiénes eran los hermanos invisibles de la iglesia.
Con ello pretendía obligarme a autoexaminarme, para así preguntarme por qué yo había ignorado y relegado a la invisibilidad, precisamente a aquellos hermanos más píos y devotos.

La respuesta era sencilla: yo tenía mentalidad carnal y sin darme cuenta despreciaba lo que Dios apreciaba.
Y es que no es que ellos fueran ivisibles sino que yo estaba ciego a lo fundamental, al fundamento que es Cristo.

Cierto, era una época paradójica en la que -viviendo por y para Dios- yo era absolutamente carnal, y la manera en la que desperté a mi paradoja fue la siguiente.

Mi vida cristiana era un contínuo trabajar para crecer en santidad a imagen de Jesús.
No había nada que no pudiera ayudarme a crecer a imagen de Jesús que yo no hiciera: salir a predicar, estudiar la Palabra, ir a limpiar la iglesia, ayudar a hermanos, colaborar en comedor de indigentes, etc...

Aparentemente, yo era todo piedad, todo espiritualidad.

Pero Dios...
Pero Dios, que es rico en Misericordia, me hizo asistir a un encuentro de varios miembros de distintas iglesias para predicar por las calles de Barcelona.

Como de costumbre, antes de salir nos reunimos a orar, y el hermano que lideraba el encuentro dijo algo que en mi miopía me pareció absurdo:
Salgamos a las calles a glorificar y exaltar el Nombre de Jesus...

Lo primero que pensé fue Qué pérdida de tiempo, qué saco Yo de eso...?

La razón que motivó mi estúpida reacción fue que yo estaba tan centrado en mí mismo -en crecer a imagen de Jesús- que nada que no redundara en MI beneficio me parecía de provecho.

Es decir, a pesar de que mis motivaciones personales eran asolutamente espirituales e incluso cristocéntricas, lo cierto es que el egocentrismo impregnaba toda mi vida cristiana.

Yo era un lobo disfrazado de oveja, perverso en mi interior aunque como un ángel de Luz en mi exterior.
Y es que así de escalofriante es el poder de la religiosidad carnal.

1 comentario:

  1. Gracias Norman D. Bowman, por abrirme
    los ojos a algunas realidades, aun a costa
    de sufrir mi enfado inicial.
    Juan J. Varela Álvarez
    El culto
    cristiano
    Origen, evolución, actualidad
    Edit.Clie,pag. 6

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