miércoles, 12 de febrero de 2014

De Autoexaminaciones, Caballos y Pagas por el Pecado...

5 ¿Por qué es este pueblo de Jerusalén rebelde con rebeldía perpetua? Abrazaron el engaño, y no han querido volverse.
6 Escuché y oí; no hablan rectamente, no hay hombre que se arrepienta de su mal, diciendo: ¿Qué he hecho? Cada cual se volvió a su propia carrera, como caballo que arremete con ímpetu a la batalla.

Jeremías 8:5-6
Exacto, el Templo había sido restaurado, finalmente se le daba el uso adecuado, y la misma gente que se regocijaba de poder participar en sus cultos, conservaba sus ídolos en casa.
Alguien ha dicho hipocresía religiosa...?

Pero nada es casual, pues Dios permitió que los israelitas que se empapaban de Su Palabra cada día, se remojaran en su pecado por una simple razón:
Demostrar que a pesar de gozar de las condiciones espirituales más favorables, el hombre siempre preferirá su pecado antes que a Dios.

En efecto, el ser humano en estado natural no hará jamás un ejercicio de introspección -de ahí que Dios lamente que nadie se pregunte ¿Qué he hecho?, pues la autoexaminación es la raíz de todo arrepentimiento- a no ser que crea que puede sacar algún tipo de provecho de ello.
Es decir, el marido alcholizado dejará la botella por la ruina que le causa, pero no porque sea pecado, dado que es ciego e insensible a todo lo espiritual.
Este es el punto.

Esta es la razón por la que el profeta dice que el hombre no arrepentido arremete hacia su pecado como un caballo que acelera hacia la batalla, pues ella acabará con su vida por otra razón muy sencilla:
La paga del pecado es Muerte.

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